lunes, 22 de agosto de 2016

En el nombre de los cuerpos y ¡Aguante todo! Sobre Las palabras y los cuerpos, performance a cargo de Lucas Condró

por Manuel Ignacio Moyano




…el cuerpo penetrable debe ser un cuerpo continuo. Un trozo de verdad, calienta.
O. Lamborghini, Las hijas de Hegel

I. En 1916, Walter Benjamin escribía Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los hombres, uno de sus más abigarrados ensayos dedicados a pensar el lenguaje y lo hacía precisamente contra lo que denominaba “la concepción burguesa de la lengua.” Según ésta, la lengua sería un instrumento a través del cual se transmitirían contenidos en forma de “mensajes” desde un emisor hacia un destinatario. Contra esta concepción instrumentalista, sea “progre” o “conservadora”, Benjamin asumía que la lengua en cuanto tal no era sino la esencia espiritual de todas las cosas. Pues “es esencial a toda cosa comunicar su propio contenido espiritual.” Para él, en esto consistía la lengua general, en la esencia espiritual que cada cosa busca comunicar. Lo importante es que ella no se comunica a través de la lengua, sino en la lengua: comunica tan solo su propia “comunicabilidad”, su propio ser-lingüístico. Es, por lo tanto, una lengua que se dice a sí misma y para sí misma. No hay mensajes, no hay emisores ni destinatarios. Es un puro lenguaje. Es la esencia de las cosas y de los cuerpos. Ahora bien, ¿cómo participa el hombre en esa lengua general? La respuesta benjaminiana es contundente: en el nombre. “Nombrar las cosas” es la esencia lingüística de los hombres. Y con esta praxis alcanza el lenguaje general del que están hechas las cosas.
Contrariamente a las hipótesis que ven en la capacidad nominativa un acto de dominación, Benjamin entiende que en el nombre hay una receptividad para lo innominado. Esto es, una capacidad para ser penetrado por ese lenguaje extra-humano (el de las cosas). Y por esto, una capacidad para traducir en un nombre ese lenguaje general que constituye el espíritu mismo de las cosas. Por esta razón, para el alemán, nombrar es una forma de restituir al mundo una lengua paradisíaca, la lengua del primer hombre: Adán. Es que en este espacio originario del lenguaje se alza una comunicación que como “un río ininterrumpido […] atraviesa toda la naturaleza, desde el ínfimo existente hasta el hombre y desde el hombre hasta Dios.”
Hija de esta lengua paradisíaca es ese libro liliputiense que Lucas Condró y Pablo Messiez publicaron bajo el nombre Asymmetrical-Motion. Notas sobre pedagogía y movimiento. Que la humildad del título no nos confunda. Se trata de un tratado de filosofía primera y también de un poemario bellísimo y también de una danza sin fin y también un manifiesto político. Es, como los grandes, un libro que abarca todos los libros. Una contracción del infinito, un gesto. En los términos de Leibniz, una mónada.



II. “Nombrar es aparecer”, recita esta prosa versada que nos regalan Condró y Messiez. La insistencia repetida y sostenida en y por el nombre, insistencia de colocar el nombre como una propiedad más de la danza, es la exigencia que le clava en el pecho este libro a todo lector. Y ahora, en la performance Las palabras y los cuerpos, donde Pablo Messiez y  Cristian Jensen recitan a viva voz los pasajes del libro en la resonancia de una música ubicua, nombrar es inmediatamente aparecer bailando.
La metafísica occidental divide el mundo en esencia y apariencia, noúmeno y fenómeno. La aparición del nombre en el cuerpo que nos donan los bailarines de esta experiencia escénica rompe con esa división. Bailar acá es aparecer y ser esencial a la vez, bailar es la forma que tiene el noúmeno para fenomenalizarse, para sobrevivir. Sin el baile no habría nada porque lo esencial es aparecer bailando. “Solo podría creer en un dios que supiese bailar”, dice Nietzsche, porque solo un Dios bailarín sería real, cósico, fenomenal —en caso contrario solo sería pura mística, un innombrable. El panteísmo, el verdadero panteísmo comienza cuando entendemos que todo se encuentra en situación de baile, en posición de danza. Nombrar, entonces, es entroncarse con la danza de las cosas, entender que Dios es la sustancia de todo y no una “persona”. Dejarse penetrar por ellas, por las danzas que son las cosas. Entonces, ahora, el lector devenido espectador de Las palabras y los cuerpos, ve crecer en su propio pecho una danza. La danza que Lucas Condró, Manuela Estigarribia, Matthieu Perpoint, Paula Reyes, Natalia Tencer están sosteniendo en el espacio escénico. Porque ellos no la bailan, la sostienen: como la lengua general de la que hablaba Benjamin, es algo que los atraviesa, una danza paradisíaca. El espectador es bailado. Desde dentro. Y en ello reside su revolución política. Porque solo el fascismo es in-bailable. Y también, el instrumentalismo burgués.



III. Situación de baile, posiciones de los cuerpos y las cosas. Uno podría suponer que bailar es también una forma más de tomar posición. Pero no, bailar es mucho más complejo que tomar una posición —física, moral, política. Lo que deja claro Las palabras y los cuerpos es que bailar es la forma más precisa de convertir las posiciones en gestos. ¿Qué significa esto? Que ahora las posiciones son en verdad movimientos, una cantera de infinitos movimientos. Tomar una posición —física, moral, política— es relativamente fácil, lo difícil es convertirla en un gesto y soportarlo. Giorgio Agamben escribe muy bien: “la característica del gesto es que por medio de él no se produce ni se actúa, sino que se asume y soporta.” Y lo que se asume y soporta no es otra cosa más que el movimiento, aquel acto de potencia que, según Aristóteles, no tiene fin, es sin “telos”. “Todo movimiento genera repercusiones”, responden Condró y Messiez desde los arrojos iniciales de su libro, “El movimiento viaja.” Ser los rehenes de ese viaje es la forma que tienen los cuerpos para gesticularse, para soportar el movimiento que acaece —deshaciéndola— adentro de cualquier posición, de cualquier pose.

IV. Jacques Derrida, escribiendo sobre la puesta en crisis radical para la dramaturgia clásica que implicó la feroz obra de Antonin Artaud, se preguntaba y respondía a la vez: “¿Cómo funcionarán entonces la palabra y la escritura? Volviéndose a hacer gestos.” Si bien para el argelino-francés, con esto se reiniciaría una búsqueda interminable de un Habla anterior a las palabras de cuya veracidad es posible dudar, hay una enseñanza posible según lo que hemos dicho. Una palabra y una escritura hechas gestos serían una forma de escribir y hablar que hace de sí mismas una repercusión de algo mayor: una repercusión del movimiento. Estamos aquí en presencia ya no de un “drama”, sino de una escritura performática. Asymmetrical-motion es una bellísima escritura escénica porque sus palabras son performáticas, no dramáticas. Por eso puede hacerse performance, por eso puede presentarse como Las palabras y los cuerpos, y hacer con las palabras, pliegues en la espalda de cada cuerpo, pliegues en el cuerpo de Matthieu, de Lucas, de Manuela, Paula y Natalia. Y agregamos entonces a la lista: tenemos un tratado de filosofía, un poemario, un manifiesto político y también un palabrerío performático. Todo eso en un libro y ahora en una performance.

V. Pero el nombre también es un gesto: el gesto de “acoger” y “soportar” lo innominado, el cuerpo. El gesto de soportar el cuerpo. Pero no todo nombre da lo mismo, hay formas y modos diversos de soportar lo innominado. Por ello, como dicen Condró y Messiez, “nombrar distinto modifica el cuerpo.” Cada nombre tiene una potencia ínsita que, lejos de producir un cuerpo determinado, lo acoge. “Blando” acoge todo aquello que en estas manos cae y se deja caer, como si volaran sobre el teclado. Pero, ¿cuál es el nombre del cuerpo per se? ¿El nombre del cuerpo en cuanto tal? Uno y todos: música. En el nombre de los cuerpos siempre, pero siempre hay música. Por esta razón, en la performance, la rítmica genial que el dj Andrés Schteingart arrojaba a la escena, entendía y se calibraba a la perfección con el resto de los elementos escénicos. Nombrar el cuerpo es encontrarle la música que lo gesticula, es hacerlo bailar. Por eso nombrar el cuerpo es una tarea política: la de hacerlo bailable.



VI. Es lo paradisíaco, lo adánico. Es la danza del primer hombre, el lenguaje del primer hombre: las palabras y los cuerpos. O mejor, es la danza de todos los primeros hombres. Mejor todavía, es la danza en la que todos los hombres vuelven a ser el primer hombre que baila. ¿No es esta la mejor definición para una fiesta, una fiesta sin poses ni mensajes, una fiesta que descolocando el origen de su pasado lo reinscribe en cada cuerpo viviente? Porque toda fiesta es, como la moda, arcaica y novedosa a la vez: recupera el pasado pero para producir lo nuevo. Porque toda fiesta es, como la noche, una persecución cargada sobre nuestros hombros: no nos queda más que entregarnos y arrojarnos a su voracidad. Y luego de haber escuchado a Pablo Messiez y a Cristian Jensen nombrar todo eso que pasaba, un domingo a la tarde, todo eso que pasaba en la música de los cuerpos, en el nombre de los cuerpos, y querer bailar, y ya bailar sentados, bailar sin moverse porque en verdad adentro tuyo todo te baila, y estar felices de escuchar un domingo a la tarde las voces, los nombres, las palabras, los cuerpos, felices de entender un domingo a la tarde que para bailar hay que entregarse al nombre que trabaja rítmicamente cada cuerpo, el cuerpo ese que se te mueve porque te lo mueven desde todos lados, un domingo a la tarde, en tu nombre y en tu cuerpo viendo crecer una fiesta indómita, un domingo a la tarde, una fiesta extraña que recuerda el ritmo de todos los bailes y sentirte un domingo a la tarde el primer hombre que baila, un Adán arrancado de su asiento para meterse ahí donde todos se están metiendo y bailar y entender un domingo a la tarde que bailar es una forma de hacer que todo importe, pero no tanto, porque un domingo a la tarde en el nombre de tu cuerpo una música se mueve al ritmo de tus ojos y de tu mirada que un domingo a la tarde se mira los pies y ve que están bailando y que baila todo el domingo a la tarde sin entender por qué y sin querer entenderlo, y pensar y decir y nombrar ¡aguante todo loco! Pero ¡aguante todo de verdad! ¡Aguante todo eso que te pasa un domingo a la tarde! ¡Aguante todo eso porque eso es un trozo de verdad, y calienta!