Lucrezio, notas para una dramaturgia*
por Giorgio Agamben
*Traducción
de Gerardo Muñoz & Manuel Ignacio Moyano. 2016. ["Lucrezio, appunti per una
drammaturgia". La nature delle cose. Maschietto Editore, Firenze 2008.]
La natura delle cose dirigida por
Virgilio Sieni,
con
textos de Giorgio Agamben basados en el De
rerum natura de Lucrecio.
1. Poema de la
voluptuosidad y de lo tenue, del momento y del evento.
2. ¿Quién es Venus? Ella no sólo es el principio de
vida, tal y como lo pudieran sugerir los términos genitrix y alma.
Es también el modo en que ese principio actúa: encantamiento, deleite, deseo (que
Venus –relacionado con venerari, venia y venenum o el
"filtro mágico" –también signifique "encantamiento,
encanto", ha sido demostrado hace más de cincuenta años por un filólogo francés,
Schilling). No una madre que nutre, sino una fuente de encanto.
En el prólogo, el
sentido de Venus viene definido por los
términos voluptas y lepos (este último es un término técnico
lucreciano por excelencia). Ellos están etimológicamente emparentados (del
griego elpo, espero, deseo, del latín
velle) y significan tanto aquello que
encanta y despierta el deseo como la delicia que de ello deriva (así venustas significa tanto belleza como
goce).
Lucrezio sabe que el
encanto puede convertirse en su opuesto: hominum
divumque voluptas, pero también me
quaedam divina voluptas / percipit atque horror (III, 28-29), “me aferra
una divina delicia y, también, un horror”; así el lepos captura a todo viviente y lo obliga a seguir a Venus (I, 15), la cual es invocada por
el poeta para que le dé a sus versos un aeternum
lepos (I, 28); pero también: medio de
fonte leporum surgit amari aliquid, “que de la fuente misma de la delicia
surja algo amargo” (IV, 1133).
Venus actúa
como un encanto que transforma todo en fiesta. El concelebras del cuarto verso del prólogo está traducido
erróneamente en las ediciones corrientes con “da vida, reanima” (¿qué necesidad
hay de reanima el mar y la tierra?); significa más bien (de celeber, frecuentado, cumplido
repetidamente como una fiesta) que Venere está presente continuamente en el mar
y en la tierra, los “celebra” festivamente.
Por ello, en tanto
fascinante y festiva, Venus actúa
como una fuerza que desactiva y vuelve inoperosas las “feroces obras” de los
hombres: effice ut interea fera moenera
militiai / per maria ac terras sopita quiescant. (Como en el cuadro de
Velázquez, Marte es inerte, puesto en reposo: Venus es la inoperosidad y la kenosi
de Marte, el otium exhibido en el
centro del negotium. La voluptas está quieta, como en Baudelaire, requies
hominum divumque voluptas – VI, 94).
3. En Lucrezio, el
verbo aveo es el término técnico para el deseo en su máxima intensidad,
el cual no posee correspondiente fuera del latín. No es un mero accidente que
este verbo signifique tanto cupere como gaudere, tanto deseo como
su satisfacción. Es un verbo raro que, en su uso común, aparece como forma de saludo:
ave (en griego khaire): goza y
desea, goza mientras desees, y por encima de todo, desea mientras goces.
4. Poema de la
voluptuosidad, pero también de lo tenue. Tenues son especialmente los simulacros,
las imágenes, pero también los átomos; tenue es también, sorprendentemente, la
naturaleza divina (tenuis enim natura
deum 5.148). Tenue: no débil, sino sutil y tenso (de tendo), exactamente
como el simulacro, “membrana” sutil que incesantemente tiende a desprenderse,
casi eliminándose de la propia superficie de los cuerpos (en la obra cinematográfica
Salome de Carmelo Bene, Herodes lentamente separa los “simulacros”, en
la forma de un film transparente, del cuerpo de la niña).
Y tenues es, de
alguna manera, el clinamen que Lucrezio nunca se cansa de definir como
una pequeña, casi mínima declinación y tensión de los átomos (exiguum
clinamen principiorum... – II, 292; paulum inclinare necesse est, nec
plus uam minimum – II, 243-244). Fascinación de Lucrezio por lo sutil y lo
exiguo (IV, 122: ¿nonne vides quam sint subtilia quamque minuta?). El inmenso
espacio vacío está lleno de minúsculos, voladores (los simulacros volitant), extremadamente tenues y tensos
cuerpos. Y tenue es también la mente (tenuis enim mens est – 4,748).
5. Momen (un término
arcaico para momentum) es sobre lo que actúa el clinamen. El clinamen
(que Deleuze sugiere leer como un tipo de conatus espinosista, un deseo) causa
una leve declinación, "tanto como para que se puede decir que el momen
ha cambiado" (II, 220). Momen no se debe traducir como “movimiento",
sino como "momento", también en el sentido que este término posee en
la física (aquello que mide el efecto de una fuerza en un cierto tiempo, así
como en el lenguaje musical –los momentos musicales de Schubert). En Latín,
momentum significa tanto peso,
gravedad (de ahí su importancia), así como punto, instante de tiempo. En otras
palabras, el clinamen posee una "momentaneidad", actúa en un momento
y sobre el momento, incierto tempore (II, 218), pero en el instante.
El espacio está inmemorialmente (immemorabile per spatium transcurrere –
IV, 192, como se dice de los simulacros) lleno de una momentaneidad velocísima
y de eventos (pequeñas diferencias, graves caídas), tan minúsculos como
decisivos.
6. Otro término
importante: eventum. Lucrezio define coniunctum como aquello que
no puede ser separado de la naturaleza de un cuerpo (el peso de la piedra, el
calor del fuego, el contacto de los cuerpos, lo intangible del vacío). Eventum es, en cambio, aquello que le
ocurre accidental e inesperadamente a un cuerpo, y que también puede imprevistamente
ser separado. Eventos son la riqueza, la guerra, la libertad, la "llama de
amor desatada por la belleza de Helena en el pecho de Alejandro" (I, 473),
el nacimiento, la muerte –en una palabra: todo aquello que no deja de suscitar constantemente
la atención y el cuidado de los hombres. Pero evento es también el tiempo (per se non est –I, 459), evento es el
encuentro 'momentáneo' producido por el clinamen.
La realidad está compuesta de átomos y de vacío: pero a éstos, en éstos y desde
éstos, como en un teatro siempre abierto, el evento nunca cesa de advenir.
7. Lucrezio recurre a
la imagen del teatro para describir el producirse de los simulacros, de cuerpos
empujados por otros cuerpos tenues, por
ejemplo, el simulacro al que llamamos colores: “Los telones amarillos, rojos y
de colores púrpura que son puestos sobre los teatros tiemblan y se agitan entre
los posteds y las redes y tiñen a su imagen la multitud de gradas,
constrigéndolas a ondear en sus colores. Y mientras más sean puestas en los muros
del teatro, mucho más las cosas que están adentro, irradiadas de delicia (perfusa lepore), sonríen para las luces
que les ha sido impresionada.” (IV, 75-83).
(Bastaría esta
descripción para demostrar el amor de Lucrezio por el teatro, y para refutar la
idea de que el teatro al aire abierto de la antigüedad era ajeno al teatro a
puertas cerradas y luces que conocemos del teatro moderno).
8. Se ha notado
seguidamente la contradicción entre el espacio que el poema otorga a la physiologia, id est mundi ratio (la
física y la cosmología) y el exiguo trato dado a la ética (la doctrina del
placer), que debería ser mucho más larga por su importancia, y aparece en
cambio apenas un instante. Objeción ingenua, dado que cualquier autor serio es
conciso sobre aquello que está verdaderamente en su corazón y sabe que decisivo
es sobre todo remover de la mente los errores que le impiden percibir la
verdad. La minuciosa “fisiología” materialista de Lucrezio es una mundi ratio, una inteligencia racional
del cosmos, que sirve para refutar y volver inocua la gravis religio (I, 63), el terror ritual que sostiene el edificio
teológico-político de la civitas romana,
con sus colegios pontificales y sus arzobispos. Él enseña a desatar los nudos
de la religio (que por lo tanto
entiende negativamente, contra Cicerón, como religare y no como relegere):
doceo… religionum animum nodis exsolvere (I,
931). (El mismo gesto de Spinoza: la verdadera pietas no está compuesta de cabezas veladas o de altares
sangrientos sino de la mirada pacífica de la mente que contempla todas las
cosas: pacata posse omnia mente tueri –V,
1203). En suma, la física en Lucrezio es un gigantesco, inquieto y tempestuoso
pórtico barroco de frente a la mínima, inamovible alcoba de la ética. Y su
poema sobreentiende que la ética es posible sólo sobre premisas materialistas.
Del mismo modo ha de
entenderse la teología del poema. Cotta, en el diálogo ciceroniano De natura deorum (probablemente una
respuesta al De natura rerum), goza al mostrar al mostrar la
inconsistencia de la doctrina epicúrea sobre los dioses, con sus “casi
cuerpos”, su “casi sangre” y su demora extenuada en el intermundia. Pero la teología epicúrea no tiene otro objetivo que
desactivar y volver inoperoso el significado político de la religio romana. Si los dioses son como
los describe Lucrezio –ociosos, tenues, extraños al mundo, imposibles de
inscribir en una religio– ahora bien,
el Estado romano pierde su base y se desfonda en el vacío. Y no sorprende que
los padres de la iglesia, tan advocados a predicar un Dios que provee cada
instante del mundo y lo gobierna hacia la salvación, hayan hecho de los “dioses
inútiles” de Epicúreo el blanco de sus polémicas.
9. Átomos y vacío,
colisiones, eventos, inclinaciones, momentos, truenos, pestilencia: pero el
fresco fisiológico dibujado mediante una incesante brocha es el fondo desde el
cual emerge, delineada en repoussoir,
la oscura figura del sabio que mira hacia el espectador.
10. La lengua de Lucrezio.
Su genio en traducir del griego: inventa clinamen por klisis;
escoge inane y simulacra en lugar de los banales kenon y eidola,
substituye semina y primordia por la expresión técnica de atom.
Paratore señala que el poema se encuentra lleno de hápax legomena
(limitándose al libro VI: aerumnabile, de aerumna, “angustia”,
“desgracia”; insedabiliter, aedituentes, “guardianes del santuario”;
coectans, etc.) y las aliteraciones (aeirs auras –VI, 1227; deum
delubre – 1272; funere fumus…); la estructura de verso está llena de
encabalgamientos, a la manera de Dante (ejemplarmente, casi para subrayar este
dualismo: natura duabus / consistit in rebus - I, 419). Con frecuencia
un solo verso es escandido por la repetición de una letra (vitium vementer avemus –IV, 822) o de una sílaba (prospicere ut
possimus et ut proferre queamus / poceros –IV, 825-26). Algunas palabras
(como tenuis, que obseviametne se repite tres veces en IV, 726-31),
funcionan casi como tema musical y conceptual dentro de un todo mayor.
11. Aún sobre la
tenuidad y sobre lo divino, sobre el tenue cuerpo de los dioses y sobre sus
tenues moradas (tenues de corpore eorum,
tenues a la medida de sus cuerpos –V, 154). Principalmente, el gesto inaudito
con el cual Epicúreo quita a los dioses del cielo. Meillet, en su ensayo sobre
la religión indoeuropea, ha señalado que la palabra “dios” (*deiwos) significa celeste, luminoso.
Para Lucrezio, en cambio, sólo el miedo y la religio han puesto a los dioses como potentes señores en el cielo;
en realidad ellos no moran in mundi
partibus ullis (V, 147). Tenuísimos, impalpables, ni luminosos ni celestes,
sin resplandor ni luz, casi crepusculares, pero sobre todo inoperosos y beatos,
y beatos porque inoperosos: así son los dioses en sus intermundia, no afuera del mundo (no hay un afuera del universo
epicúreo infinito), sino en intersticios y fisuras, “suspendidos” entre los
mundos.
12. Sobre la
inoperosidad del sabio epicúreo. Se ha dicho: el sabio epicúreo es libre, se ha
emancipado de los legados de la tradición y de la religio, pero ¿de qué sirve su libertad si él rehúsa de cualquier
acción en la ciudad? (Cicerón: no medita obras, no quiere caridad, nulla opera molitur, vacans munerum).
“Libre de todo es estar libre para nada.” ¿Libre, por lo tanto, sólo para el
placer?
Esto supone no
entender nada de la ética lucreciana. Su concepto de libertad no es el mismo
que el del mundo clásico (un estado, una condición jurídica, a partir del cual
el hombre libre –el no esclavo– puede tomar parte en la vida pública) sino
aquel –absolutamente moderno– de aquellos que se han liberado, y que, por lo
tanto, están continuamente liberándose de los nudos y de las falsas
representaciones que vuelven esclavos a los mortales. Pero esta praxis es
inoperosa; aquello a lo que la libertad epicúrea conduce no es a una obra ni a
la adhesión a los valores y ritos de una comunidad dada, sino a la amistad (“la
amistad recorre danzando todo el mundo habitado, el oikoumene, avocándonos al despertar de la felicidad” –Epicúreo, Sentenze, 183).
13. Apuntes coreográficos.
Movimientos
inmemoriales (immemorabile per spatium…),
“momentáneos.”
Conjunciones/separaciones.
Irreligiosidad,
irritualidad de los gestos y los movimientos. Todos los gestos son profanos, y
profano es también su apagamiento en la quietas
voluptas.
Los hombres
incesantemente abofeteados por los simulacros.
Tenue significa sobre
todo tenso, sutil porque tenso. Los cuerpos tenues de los dioses, con sus casi
órganos. No hay más que átomos y vacío: pero el ser está recorrido por un tonos, por una tensión que lo vuelve
tenue, que hace desprender simulacros y
declinar los sémenes primordiales de las cosas. El cuerpo sutil del danzante
está hecho de imágenes y, por ello, está fuera de sí.
Impresiones de
“desprendimientos”, de aislamientos de vocablos golpeadores en el verso
lucreciano (en el verso virgiliano, en cambio, las palabras se unen una y otra
en un ritmo suave).
Buscar la
correspondencia en la danza.
14. Los simulacros
que parecen danzar en un sueño. “Cuando en sueño vemos simulacros incidir
rítmicamente (in numerum, a paso de
danza) y mover los miembros de forma flexible (mollia), cuando rápidos los brazos se abalanzan el uno sobre el
otro y repiten con los pies el mismo gesto.” (IV, 788-791). Extraordinaria
explicación cinematográfica de la visión de los simulacros: “en un tiempo
singular que percibimos… se esconden muchos tiempos… en cualquier momento
simulacros de todo tipo están a disposición y prontos en todo lugar: tanta es
la movilidad de las imágenes y así de grande su número. Por ello, cuando la
primera imagen muere y otra nace en diversa posición, parece ser la primera que
mutó su gesto.” Todo el espacio, toda el área está llena de simulacros
danzantes, la danza en Lucrezio no puede estar sólo en los cuerpos, está por
todos lados y los cuerpos no cesan de emitir tenues partículas danzantes,
emiten danza. Por esto, el cuerpo del danzante contrae sobre sí una multitud de
imágenes, como si juntas emitiesen sus gestos y, al mismo tiempo o casi, lo
reanudara.
15. Crítica de todo
finalismo. Los ojos no han sido creados para hacernos ver ni las piernas para
caminar. “Aquello que ha nacido genera su uso (quod natumst id procreat usum)… ni la vista fue primera antes de
que naciese la lámpara de los ojos, ni el proferir palabras antes que fuese
creada la lengua; sobre todo el nacimiento de la lengua precede por mucho al
hablar y las orejas han nacido antes de que oyeran sonidos y en suma todos las
partes del cuerpo preceden, yo creo, su uso.” (IV, 835-841)
La mano descubre sus
gestos lentamente, a tientas y gesticulando fuertemente; y no en vistas de un
uso, la lengua encuentra sus sonidos agitándose y retorciéndose; los ojos en sí
ciegos, fatigosos y reluctantes, se abren a las imágenes; los dedos descubren
el tacto y la suave caricia sólo después de innumerables, inmemoriales
experimentos. El uso jamás es un fin o una función: es aquello que se produce
en el acto mismo del ejercicio como una delicia interna al acto; como si a
fuerza de gesticular, la mano encontrase al fin su placer y su “uso”; el ojo a
fuerza de mirar, se enamorara de la visión; las piernas y los muslos plegándose
rítmicamente, inventaran la caminata.
Esto significa que
los movimientos del cuerpo no están jamás dirigidos hacia un fin, no tienen un utilitatis officium (procul est ut credere
possis / utilitatis ob officium potuisse creari – IV, 856-57), sino que son siempre gestos y medios
puros, cuyo uso propio consiste en la exhibición de su propia medialidad, en su
ser principalmente danza y “uso de sí”.
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