miércoles, 6 de julio de 2016

Paisaje absoluto. Sobre las imágenes y la pintura en Gloria Curet (Para la muestra por inaugurarse el 22 de Julio de 2016 en la Galería Marchiaro)

por Manuel Ignacio Moyano

"Deslizando el paisaje", óleo sobre tela, 85 x 90 cm.

Uno no pasa desapercibido frente al paisaje absoluto que despliega cada cuadro firmado por Gloria Curet. Repetimos: es uno el que no pasa desapercibido, no “el cuadro”, no “la pintura”. Es uno el que se encuentra compelido a dar testimonio de su existencia frente a la plasticidad de esas imágenes. Es uno el que es percibido. Los paisajes deslizados por Gloria, deslizados porque ni siquiera son suyos sino del paisaje mismo, nos miran. El punto de vista es el de la imagen, no el del hombre. Estas imágenes, así, nos respiran. Y en ello crece, como nuestra sombra, su absolutez. Es el lago calmándose atrás de nuestros párpados, es la montaña alejándose de nuestros pies, es el matorral arremolinando cada uno de nuestros pensamientos. ¿Nuestros? No, nosotros quedamos desarmados y anonadados, en la nada. Es el paisaje pensándonos.
Pero nos equivocaríamos si diéramos una lectura típicamente naturalista a estas imágenes. Ellas no “representan” la naturaleza, tampoco son sus fuerzas “expresándose”. Se trata, en ellas y desde ellas, de una segunda naturaleza, aquella que ni Dios ni los hombres pueden crear. Es la naturaleza de las cosas mismas, una naturaleza in-creada, como escribiera Lucrecio en De rerum natura. En esa naturaleza increada viven estas imágenes. Y si en ellas no hay creación, hay un puro deslizarse. Porque ningún paisaje ha sido creado, solo deslizado. “El cuadro”, “la pintura”, aquí, es un deslizamiento perpetuo, el deslizamiento de la luz abriendo y cerrando colores, el deslizamiento del tiempo que amasa los recuerdos, el deslizamiento de un espacio que se desprende de cualquier territorio. La pintura deviene así danza. Pero, entonces, ¿dónde está el paisaje? ¿En nuestras retinas, en la naturaleza, en “el cuadro”, en la “paleta”, en el velero que se alejaba bajo el arco de nuestras miradas en cada verano, en la mente de un Dios sin rostro? El paisaje no está, vive. Y esa es la verdad que muestra amablemente el desliz pictórico de Gloria.

"En el paisaje", óleo sobre tela, 1 x 1,20 mtrs.

Esto explica su despojo. El oropel, el oro, el sensacionalismo abarrotado del espectáculo no encuentra asidero en el paisaje. Por ello el desliz de Gloria es honesto, y en esa honestidad encuentra su belleza. En la sencillez absoluta de un paisaje que parece pintarse más allá de nuestras personalidades, más allá de estas palabras, en la calma vertical de los lagos que desde ningún lugar nos miran.

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