por Manuel Ignacio Moyano
"Deslizando el paisaje", óleo sobre tela, 85 x 90 cm.
Uno no pasa desapercibido frente al paisaje
absoluto que despliega cada cuadro firmado por Gloria Curet. Repetimos: es uno
el que no pasa desapercibido, no “el cuadro”, no “la pintura”. Es uno el que se
encuentra compelido a dar testimonio de su existencia frente a la plasticidad
de esas imágenes. Es uno el que es percibido.
Los paisajes deslizados por Gloria,
deslizados porque ni siquiera son suyos sino del paisaje mismo, nos miran. El
punto de vista es el de la imagen, no el del hombre. Estas imágenes, así, nos respiran. Y en ello crece, como
nuestra sombra, su absolutez. Es el lago calmándose atrás de nuestros párpados,
es la montaña alejándose de nuestros pies, es el matorral arremolinando cada
uno de nuestros pensamientos. ¿Nuestros? No, nosotros quedamos desarmados y
anonadados, en la nada. Es el paisaje
pensándonos.
Pero nos equivocaríamos si diéramos una lectura
típicamente naturalista a estas imágenes. Ellas no “representan” la naturaleza,
tampoco son sus fuerzas “expresándose”. Se trata, en ellas y desde ellas, de
una segunda naturaleza, aquella que
ni Dios ni los hombres pueden crear. Es la naturaleza de las cosas mismas, una
naturaleza in-creada, como escribiera
Lucrecio en De rerum natura. En esa
naturaleza increada viven estas imágenes. Y si en ellas no hay creación, hay un
puro deslizarse. Porque ningún paisaje ha
sido creado, solo deslizado. “El cuadro”, “la pintura”, aquí, es un
deslizamiento perpetuo, el deslizamiento de la luz abriendo y cerrando colores,
el deslizamiento del tiempo que amasa los recuerdos, el deslizamiento de un
espacio que se desprende de cualquier territorio. La pintura deviene así danza.
Pero, entonces, ¿dónde está el paisaje? ¿En nuestras retinas, en la naturaleza,
en “el cuadro”, en la “paleta”, en el velero que se alejaba bajo el arco de
nuestras miradas en cada verano, en la mente de un Dios sin rostro? El paisaje
no está, vive. Y esa es la verdad que
muestra amablemente el desliz pictórico de Gloria.
"En el paisaje", óleo sobre tela, 1 x 1,20 mtrs.
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